El horizonte en mi cuaderno
es una larga raya
en donde el sol pasa el invierno
sobre la playa.
Y el sol apenas es un disco
rojo o marrón, no importa,
como la huella de un mordisco
en una torta.
Si hay un navío allá a lo lejos,
si vuela un alcatraz,
trazo en dos líneas sus reflejos,
¿para qué más?
Al dibujar una palmera
voy siempre poco a poco
pongo mis verdes dondequiera
y arriba un coco.
Lo más difícil es mi cara,
aunque copie el espejo:
siempre resulta larga y rara,
parezco un viejo.
Y al fin de todo, no lo olvido,
pinto una casa al centro.
Firmo el dibujo, me despido,
y en ella entro.
Eduardo Polo
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